Nunca fui hombre de banderas o símbolos parecidos. Tampoco he sido ni soy, un amante del fútbol y mucho menos, sensible a los colores de un club. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Pensará quién esto lea.

Sucede que me he dado cuenta de que la afirmación anterior no es del todo cierta. Es verdad que el fútbol, para desesperación de uno de mis hijos (futbolero acérrimo) me aburre más allá de lo soportable. Siempre he asociado ese deporte con la ecuación “pan y circo” que desde la antigüedad ha contribuido a mantener en la inopia a gran parte de las respectivas sociedades. Entonces, ¿por qué me emocioné tanto cuando Iniesta nos hizo campeones del mundo en el último segundo de los mundiales de Sudáfrica? En mi ciudad llevaba años sin ver la bandera de España, y ese día, las calles se inundaron con una marea “Rojigualda”. La emoción que me embargó, días me duró. Algo parecido me sucede en los últimos tiempos cuando tengo la oportunidad de manifestarme con la bandera de España en mis manos. Yo, que para nada soy un patriotero a la antigua usanza, me veo embargado por un sentimiento difícil de explicar, pero que mucho tiene que ver con el compromiso de ser lo que somos, en torno a un proyecto común representado en ese símbolo tan manoseado y despreciado por algunos.

Y es que los seres humanos somos como somos, y antes de que alguien pretenda cambiarnos, debería comprender cuál es nuestra naturaleza emocional, sin olvidar nuestra historia compartida. Ahí, tropieza, quien no lo tiene en cuenta. Construimos ideales que dan sentido a nuestra existencia. Elaboramos proyectos colectivos que justifican nuestro esfuerzo y nuestra fe en un futuro compartido y esos sentimientos los proyectamos en los símbolos que nos representan. Cuando el resultado de la Roja me emociona, o cuando la bandera española ondea donde debe, lo que me embarga, es el sentimiento de pertenecer a una comunidad de 45 millones de personas, que pese a nuestras muchísimas diferencias, valora la herencia recibida, la comparte y busca mejorarla.

A mí eso me vale.

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