El conflicto catalán, por llamarlo de alguna manera, nos ha mostrado y nos sigue mostrando el lado más oscuro del nacionalismo. Millones de catalanes hemos tolerado la imposición de un supremacismo que utilizó las instituciones, los espacios públicos y hasta el patio de nuestras casas para imponer su asfixiante presencia en nuestras vidas.

Ningún presidente del gobierno de la nación asumió su responsabilidad con la energía y rotundidad que el Estado de Derecho le exigía. Mucho menos empatizó con aquellos constitucionalistas que sufríamos por un lado la imposición “amarilla” y por otro la interesada indiferencia del gobierno de turno, más allá de los postureos de unos y otros. Seguimos igual o peor.

Pero ahí está Pedro Sánchez. Un hombre que ha mostrado su altura moral traicionando a todos, y como se dice ahora a todas, y siempre en su beneficio personal. Hay que reconocerle a este hombre su coherencia.

Villano ayer, hoy y seguramente también mañana. Quienes creíamos que el peor ingrediente de esa ecuación que permitió la coalición era Pablo Iglesias, quizás nos equivocamos. Pedro Sánchez es maquiavélico, oportunista, egocéntrico y lo peor, nos toma por idiotas.

Si quiere indultar a aquellos secesionistas que fueron condenados por el Supremo tras infinitas advertencias, quebrando la convivencia entre catalanes y oscureciendo nuestro futuro por generaciones, que lo haga de una puñetera vez. Pero que no nos torture exponiéndonos a su universo mental, ese espíritu trastornado que retuerce los valores compartidos, y la percepción de la realidad como ningún otro que yo recuerde, lo intentó.

¡Venganza! ¡Concordia! Así justifica este hombre sus desvaríos y sus desvíos. Donde busca conservar aunque solo sea un día más su poder con el apoyo del nacionalismo catalán, él pretende enmascararlo acusando al Tribunal Supremo y de paso a todo el sistema judicial de haber buscado la venganza más que la justicia, razón por la cual, y en pro de la concordia universal, él asume la alta responsabilidad de indultar a los condenados.

Así de amoral y cínico es este hombre. En cuanto a quienes lo respaldan, me reservo.

Es demasiado por hoy.

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