Se ha hecho viral un artículo de Juan Manuel de Prada (Palestina) donde su autor denuncia las vergüenzas de Occidente y la doble vara de medir en cuanto al conflicto israelí-palestino. Lo cierto, es que si nos liberamos de los condicionantes ideológicos, y en algún caso emocional, es difícil no compartir parte de las razones que J.M. de Prada expone para respaldar su denuncia.
Dicho esto, me pregunto por qué el mundo recuerda justamente ahora las razones que fundamentan la causa palestina. La brutalidad exhibida por los terroristas de Hamás nunca podrá a mi juicio ser blanqueada por los pecados del estado de Israel. Israelíes y palestinos llevan décadas enfrentados negándose el uno al otro el derecho a existir. Recordar el origen de esa confrontación y sus matices, blanquearán una causa u otra en función de la ideología que se profese, pero lo cierto es que más allá de poner el ventilador, e intentar justificar un crimen con otro, el terrorismo de Hamás es una vez más el detonante de un sufrimiento donde el pueblo que dicen defender resulta siempre ser su principal víctima.
A Hamás y Al Fatah no les importa su propio pueblo, lo han demostrado en demasiadas ocasiones; es más, el sacrificio de los palestinos les sirve a estas dos organizaciones como instrumento para enriquecerse con las subvenciones europeas, y satisfacer los oscuros intereses de algunos estados islámicos. De eso, es de lo que se ha olvidado J. M. De Prada en su artículo.
Los palestinos sufren y sufrirán, mientras no superen su odio, y rechacen asumir ese destino que los hace carne de cañón de intereses contrarios a su existencia. Israel no es un ejemplo de benevolencia, y difícilmente puede serlo, cuando todo su entorno le negó el derecho a existir desde el principio.
Nada de lo dicho pretende blanquear los pecados del estado israelí. Son demasiados y de una profunda injusticia. Pero ¿quién se atreve a cuestionar sus reacciones tras un atentado de las dimensiones que ha sufrido estos días? En una situación parecida, EEUU y sus aliados europeos encontraron la justificación para invadir Irak y Afganistán tras el 11S, y el dilema moral implícito en esa acción era tan profundo como el engaño que lo justificó. No es el caso de Israel. Ellos están condenados a convivir permanentemente con una situación donde su existencia y supervivencia es cuestionada permanentemente. Cualquier entendimiento con los palestinos pasa porque aquellos agentes tóxicos que manipulan a este pueblo desaparezcan. Entonces, quizás haya esperanza. F. R.