En los últimos tiempos, se reinventa el significado y el sentido de algunos conceptos con un empeño sospechoso, y sobre todo contradictorio.

Por ejemplo: gane quien gane las elecciones, y sea cual sea la aprobación recibida en cuanto a votos, todos y cada uno de nuestros políticos se arrogan la autoridad para hablar en nombre del pueblo español, el pueblo catalán etc. y parece que se lo creen. Me sorprende aún más cómo se escenifican la incoherencia y las contradicciones, formalizando en una sola frase una entelequia de difícil comprensión.

La mayoría “progresista” la llaman los interesados, introduciendo en la ecuación partidos e ideologías de signos contrarios y supuestamente incompatibles con el concepto anunciado. Esa mayoría “progresista” introduce en el mismo saco a Esquerra Republicana, la tribu de Puigdemont, Bildu, la ensalada de Sumar, pasando por la derecha nacionalista del PNV y alguno más, porque como todos sabemos, estos han demostrado su coherencia constitucional, su lealtad al sistema que los mantiene, y sobre todo, su interés en que el pueblo español prospere y progrese en la defensa de sus libertades democráticas.

“Mayoría progresista” el extraño blanqueamiento de un conglomerado de intereses que nos lleva a progresar hacia el vacío.

Que Dios nos coja confesados.

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