Cuando la policía de Utah detuvo Gabby Petito, tras que un denunciante anónimo dijera que se estaba peleando con su novia en la carretera, no prestaron atención a algo que ella dijo: que en la discusión él le había agarrado el cuello con las dos manos.
Gaby apareció asesinada apenas un mes después. Si la pareja de una mujer le ha echado las manos al cuello aunque sea una vez, su riesgo de ser asesinada se dispara un 750%. El maltrato nunca debe tolerarse. Sin embargo, no todos los abusos, ni siquiera todos los abusos físicos, son iguales. A diferencia de todas las demás formas de abuso físico como golpes, puñetazos, patadas, empujones, lanzamiento de objetos, etc., el estrangulamiento es el mayor predictor de homicidio.
Más de dos décadas de investigación han revelado que el estrangulamiento es la tarjeta de presentación de un hombre manipulador, controlador y peligroso.
Esto se debe a que el estrangulamiento indica una dinámica particular: el control coercitivo. Cuando un hombre le echa las manos al cuello a una mujer “Puedo matarte en cualquier momento”. Pero, además, el conato de estrangulamiento tiene otra ventaja para el agresor: apenas deja marcas. No deja moratones ni arañazos, si no ejerce presión más de 10 segundos. Cuando luego te quejes, te dirá que no es para tanto. Al fin y al cabo no hay ninguna marca. Te lo estás inventando todo o lo estás exagerando, te dirá.
Cuando leí esto recordé a dos parejas que tuve en la juventud. Cada uno de ellos me echó las manos al cuello una vez y en ambos casos estaban borrachos y drogados. Después decían que no recordaban nada y que yo me lo estaba inventando. Lo cierto es que después de aquello les tenía muchísimo miedo, en particular a uno de ellos, y la relación se destrozó porque le tenía pánico. Y solo cuando leí esta estadística me di cuenta de por qué le tenía tanto miedo. Porque me había mandado un mensaje muy claro: cuidado conmigo, que se pierdo la cabeza puedo matarte.
Si has tenido alguna vez una discusión con un hombre que en medio de la discusión te ha echado las manos al cuello, aunque no haya apretado mucho, aunque apenas haya ejercido presión, déjale inmediatamente. Si una amiga te cuenta una historia así, adviértele del riesgo.