En el contexto de una tragedia tan grave y mal gestionada como la que están sufriendo los pueblos afectados por la maldita DANA, lo que menos necesitan las victimas de ese desastre son los postureos de quienes pudiendo, no han sabido reaccionar responsable y eficazmente a las exigencias del momento.
Es cierto, que los desastres de esta naturaleza son incontrolables, pero también parece cierto, que los recursos del estado han sido activados tarde y sin la coordinación o eficacia para la que deberían estar preparados. Si el ejército estaba listo para intervenir desde los primeros momentos, y así parece que lo comunicaron a quienes tenían la autoridad y responsabilidad, no se entiende el colapso o incompetencia operativa mostrada. Aun se entiende menos que los ciudadanos afectados gravemente no recibieran ningún tipo de atención, con la excusa del aislamiento, cuando al día siguiente si llegaban los medios y miles de voluntarios.
En los próximos días todos los que arrogantemente alardean de sus competencias cuando no tienen que ejercerlas, pondrán el ventilador una vez más, para compartir las culpas con el mayor número posible de cargos, asesores y otros inútiles. Mientras, hay quien se sorprende con las muestras de frustración e indignación expresadas por un pueblo que se ha sentido abandonado en los momentos más dramáticos.
La visita de hoy al epicentro de la tragedia, ha expuesto a sus protagonistas, al indignado reproche de un pueblo cuyo dolor y desconcierto no podía ni debía silenciarse. El monarca y su esposa superaron con cierta dignidad la experiencia. Otros se escaquearon a su espacio de confort donde estudiarán la manera de cambiar el relato de manera que les favorezca. Medios no les faltan, pero esta vez quizá no sean suficientes.