“La paz más desventajosa es mejor… que la guerra más justa”. Erasmo de Rotterdam
Hace unos años recomendé para su lectura el libro “Sonámbulos” de Christopher Clark. En esta obra, su autor documenta y denuncia lo que fueron los preámbulos de un conflicto de unas dimensiones y crueldad desconocidas hasta entonces. La paradoja en la que el autor profundiza, se basa en el hecho de que ninguno de sus protagonistas, asumió en ningún momento que algo así podía suceder. De hecho, actuaron de forma tan irresponsable que lo que asumían como un pequeño e inevitable conflicto de unas semanas, se transformó por su incompetencia e indiferencia ante el sufrimiento de los ciudadanos que pretendían representar, en lo que entonces se identificó como la Gran Guerra y posteriormente como la Primera Guerra Mundial.
Aquella tragedia, desconcertó por sus trágicas consecuencias, por sus millones de muertos, y el dolor causado, hasta a los políticos más beligerantes, y los militares más curtidos. Tanto, que cuando por fin se firmó el armisticio se anunció con cierta esperanza injustificada que nunca más un conflicto de esa naturaleza protagonizaría la historia de la humanidad. Todos sabemos lo que sucedió después.
Ninguna guerra es la solución. Todos los argumentos, todas las excusas que sus protagonistas inventan para justificar el mal causado, no es más que un mantra para abducir a inocentes o seducir a los exaltados en nombre de una causa justa. Nunca lo es.
Desde aquella guerra que prometía ser la última, ha habido otras muchas, con peores consecuencias si cabe, y aun así la naturaleza humana abriga en su interior una tendencia a buscar en las guerras la respuesta a un conflicto que debería solucionarse mediante la inteligencia, la empatía y un cierto grado de pragmatismo.
Cuando Europa parecía inmune a esos malignos cantos de sirena, cuando Occidente en general asociaba la guerra a procesos inevitables que se generaban en el tercer mundo como consecuencia de odios étnicos o nacionalismos interesados, aparece lo que siempre subyacía tras las grandes tragedias bélicas: la codicia, los intereses comerciales de unos, el interés por expoliar los recursos de otros… en nombre de estos últimos se alientan los dos primeros.
La guerra de Ucrania hoy es un trampantojo que no se sostiene pese a los oscuros intereses de un bando u otro o el empeño en justificar sus acciones, darles sentido, y transformarlo en una causa justa cuya defensa, y la inevitable pérdida de miles y miles de vidas sea asumida por el ciudadano de a pie como el precio justo e inevitable para seguir disfrutando de la paz ( ¿¿ )
Se pudo evitar. Se puede parar. No hay épica en esa carnicería, solo dolor y mentiras en uno u otro bando. Una vez más, y no será la última, la mezquina e imperturbable indiferencia ante la dimensión de esa tragedia, pondrá en evidencia la oscura naturaleza de nuestra especie y especialmente de aquellos que la denuncian un día y la alientan al siguiente.
Con una pequeña parte de los recursos consumidos en la consecución de esta tragedia se podría construir un futuro para quienes hoy son carne de cañón y poco más. Todos sufriremos las consecuencias de ese desafuero, menos los culpables. F.R
“La guerra es la salida cobarde a los problemas de la paz”. Thomas Mann
“Una nación que gasta más dinero en armamento militar que en programas sociales se acerca a la muerte espiritual”. Martin Luther King