Desde hace unos años, asisto a una construcción del relato extremadamente cambiante, en función de lo que el líder político de turno reclama en unos casos, y quiere justificar en otros. Así, cuando Pedro Sánchez buscaba la complicidad de un partido de centro como Ciudadanos, y le negaba el pan y la sal a los que hoy son sus socios, éste rechazaba su complicidad alegando con convicción que él no pactaría con la ultra-izquierda, ni con BILDU, ni con los nacionalistas… En el proceso, y cuando fue necesario para sus intereses, los blanqueó llamándose a sí mismo y a los que antes negaba “mayoría progresista”. Eso no fue ni el principio ni el final de esa extraña singladura a la que nos ha expuesto este hombre. Lo sorprendente a mi juicio es su capacidad para generar en una parte de la sociedad española su misma percepción tras sus diversas intervenciones en los medios.
Hoy, leo en la prensa y escucho en la radio, cómo Francia en particular y media Europa en general, respira aliviada por el fracaso electoral de la llamada ultra-derecha francesa. Nada tengo en contra de los sentimientos a este respecto que tenga cada cual, pero me sorprende la ignorancia que percibo en quienes una vez más, se doblegan al pensamiento único de quienes con sus mantras sustituyen en sus cerebros la capacidad de razonar y pensar por sí mismos.
A mí el término ultra-derecha no me alerta más que el de ultra-izquierda, y menos cuando se usan como propaganda política para ocultar hechos de mayor trascendencia. Curiosamente, el partido de Giorgia Meloni Presidente italiana, fue estigmatizado en su momento como neofascista, ultraderechista etc., y una vez en el poder es un partido de derechas, conservador, obviando en el proceso todo lo que sobre este partido y su líder se proclamó en su momento. ¿Será así en el futuro con la ultra-derecha? Posiblemente. Pero ninguno de los partidos y medios que claman un día tras otro contra esta ultra-derecha analizan con honestidad la razón por la cual cada día tiene más apoyos.
Los extremos rentabilizan la ineptitud, la cobardía y la negligencia de los partidos de toda la vida a la hora de abordar los problemas que de verdad interesan a la gente. Eso es un hecho que las lecciones de la historia nos mostró ya hace mucho tiempo y que parece que nadie quiere comprender.
Estigmatizar a un partido definiéndolo como ultra-derecha con el ánimo de despertar el temor en la ciudadanía, no parece haber dado resultado en los países donde ésta ha progresado. Más bien al contrario, y así será mientras no se aborden con valentía y pragmatismo los motivos que abonan esa corriente que a tantos atemoriza y hasta escandaliza, a la vez que se mantienen ciegos a la evidencia de las razones que hacen progresar con vigoroso dinamismo a esas tendencias “extremistas”.