“He llegado a la conclusión de que la política es demasiado seria para dejarla en manos de los políticos”. Charles de Gaulle

Si le preguntas a un político, te dirá que su vida no resulta nada fácil de sobrellevar pese a las apariencias. Si le haces algún comentario sobre el sueldo que percibe, te dirá que aunque ese sueldo resulta una digna compensación si lo comparas con el que recibe un trabajador cualificado, resulta sin embargo claramente poco atractivo para aquellos políticos verdaderamente preparados cuya excelencia profesional se cotiza mucho más alto en la empresa privada. Creo que tienen razón en algunos casos, en cuanto a la mayoría, tengo mis dudas.

También se quejan de que pese a las apariencias, su tiempo no les pertenece. L as múltiples actividades de sus respectivos partidos, les exige en la mayoría de los casos una disponibilidad a tiempo completo, a la que solo sus líderes pueden eludir sin consecuencias. Eso es bastante cierto.

A lo largo de los años, he sido testigo de lo que parecía un fenómeno paranormal (bilocación) al poder documentar la presencia de alguno de ellos en lugares alejados unos de otros y en el mismo día. Hoy resulta mucho más agotadora esa necesidad de estar presente en cualquier evento que surja en tu circunscripción para poder así ocupar esos necesarios segundos en los medios. Si a ese contexto, le sumamos la compulsión de coleccionar selfies por parte de sus simpatizantes y hasta de los que no lo son, y si a esa circunstancia añadimos la necesidad de lucir una entumecedora y permanente sonrisa, empiezo a intuir que el sueldo no compensa, a no ser que resulte tu único recurso o salida profesional.

Y desgraciadamente, eso es lo que pasa en este país. Con honrosas excepciones de primera fila, son demasiados los políticos en todos los niveles jerárquicos, que no podrían ganarse la vida fuera de la tribu política a la que pertenecen. Su principal actividad es la de justificar el espacio que ocupan en uno de los parlamentos o municipios tras ser democráticamente votados.

Quienes denuncian ésta a veces estéril actividad de los políticos, son ellos mismos pero refiriéndose siempre a los de la otra bancada. Mientras que unos alardean de las múltiples comisiones o mesas de trabajo en las que participan, sus adversarios ridiculizan una actividad que rara vez muestra su eficacia.

El sueldo de un político no es excesivo si lo comparamos con los de otros profesionales con muchísima menos responsabilidad, pero sucede que la necesidad que tienen de infinidad de asesores que cobran más que ellos mismos, sugiere que pagamos a un incompetente adicto a tan altas credenciales sin merecerlas, y tampoco esos asesores están siempre a la altura si nos atenemos a esas pocas intervenciones donde los diputados de la última fila buscan su momento de gloria con una sola y peculiar intervención en toda la legislatura.

Por ejemplo:

“¿Cuáles son los motivos por los que la castaña recibe tratamiento marginal dentro de la producción de frutos secos?” -Diputada María Teresa del Carmen Camacho (PSOE)

 

 

“¿Piensa el Gobierno poner un nuevo mecanismo para debatir y aprobar proyectos de ley, el referido como ‘por cojones’ o ‘por huevos’? Y, si es así, ¿Podría explicarnos el Gobierno en qué consiste exactamente el mecanismo?” -Diputada Mercedes Gallizo (PSOE)

“¿Qué cuarteles del Ejército han participado en donaciones de orina? ¿Qué volumen anual de orina se retira y qué compensaciones económicas ha obtenido el ejército del laboratorio Serono al que se ha adjudicado la actividad?” – Pedro Antonio Ríos Martínez (IU)

 

No hay político que no busque su momento de gloria, que no intente por todos los medios que sus palabras tengan repercusión mediática. Y en ese sentido, tenemos que reconocer su empeño. Con todo, la sacrificada labor de la que alardean sin pudor no termina de inspirar en la ciudadanía la empatía necesaria, más bien lo contrario. Será porque, pese a sus esfuerzos por vendernos su utilidad, no terminan de convencernos.
Son muchos (demasiados), demasiado visibles, con demasiado equipaje (asesores) y no consiguen (si es que los hay) transmitirnos sus méritos, más bien al contrario.

Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto”. Georg C. Lichtenberg, científico y escritor alemán

La política es el arte de disfrazar de interés general el interés particular”. Edmond Thiaudière, escritor y filósofo francés.

La política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos”. Louis Dumur, escritor y periodista francés.

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