La sociedad occidental, presume de una elaborada concepción de la justicia.

En esta no cabe la venganza. El ojo por ojo…de otros tiempos, ha evolucionado hacia una comprensiva percepción del delincuente, al cual se le priva de libertad sin provocarle nada parecido al sufrimiento que causó. En otros casos, se busca su reinserción como objetivo último de su castigo. En unos pocos (no tan pocos) se escenifica el castigo para contentar a una sociedad escandalizada, pero indultando al transgresor cuando este resulta ser un descarriado miembro de la tribu que gobierna.

No es difícil darse cuenta, de que la aplicación de la Ley no es tan rígida con los pesos pesados de nuestra sociedad como demanda nuestro sentido de la justicia, aun así, resulta insoportable constatar cómo el sistema se doblega ante quienes disponiendo de recursos se escurren por los entresijos de la ley con la ayuda de los más hábiles abogados y sus estratagemas.

Cuando estos no son lo suficientemente capaces, siempre queda el indulto.

Esa gracia que nuestros gobiernos han utilizado sin mesura ni criterio al aplicarlo a tantos condenados por corrupción, está a punto de ser el instrumento de Sánchez para pagar su deuda con el nacionalismo catalán.

Nada nuevo bajo el sol, pese a lo escandaloso de su apariencia. Todos los gobiernos han usado esta gracia a su conveniencia, pero ninguno lo hizo tan pública y descaradamente como anuncia este gobierno.

Sorprende por varias razones, pero principalmente, porque los futuros beneficiarios amenazan con persistir en aquella transgresión que los llevó a prisión y la otra a mi entender, porque Sánchez no puede justificar ese indulto sin contradecirse a sí mismo.

Ahí está la hemeroteca.

Una vez más Sánchez, parece dispuesto a vender la poca dignidad que le queda, a cambio de mantenerse en el poder.

Debería saber que quien pacta con el diablo…aunque puede que el diablo este de su lado y las víctimas sean los supuestos beneficiados.

Tiempo al tiempo.

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