Tamara, de 36 años, sufría problemas mentales y no soporté que los servicios sociales le quitaran la custodia del menor. Tras acabar, presuntamente, con la vida del pequeño, de 6 años, se suicidó.
Tamara tenía 36 años y el pasado 6 de julio torno la decisión más terrible que se pueda imaginar: quitarse la vida tras acabar también con la de su hijo, de 6 años.
La mujer dejó una nota explicando las razones que la habían llevado a cometer el crimen:
“Me lo quitan, me lo quitan”, escribió junto a unos corazones dibujados. Y es que la joven, que sufría problemas mentales, no podía hacerse a la idea de perder a su hijo.
La Consejería de Servicios Sociales de la Comunidad de Madrid ha explicado que se le comunicó la decisión de retirarle la custodia del niño a finales de junio.
Según el protocolo, disponía de dos semanas a partir de la notificación para entregar a su pequeño, un proceso que se hace de forma gradual para evitar cualquier trauma al menor, que ya disponía de una plaza asignada en un centro tutelado. Sin embargo, la madre tomo una decisión inesperada antes de que nada de esto sucediera y se registró dos días antes -el sábado 4 de julio- en el hostal Levante de la calle Postigo de San Martín, en el centro de Madrid.
¿UN CRIMEN ESPERADO?
Los propietarios del alojamiento fueron quienes dieron la voz de alarma y llamaron al 091 extrañados por el silencio sepulcral de la habitación después de que la mujer prometiera a su hijo que bajarían a cenar.
“No se sentía al niño y yo tengo nietos y meten mucho ruido”, ha explicado la dueña del hostal, quien sospechaba que algo raro estaba pasando. Veinticuatro horas después y sin tener noticias de ellos, volvieron a llamar a la Policía, que les habían pedido que avisaran al día siguiente si seguían sin verlos. Cuando los agentes llegaron al hostal y entraron en la habitación encontraron los dos cuerpos, el de la madre y su hijo, sin vida tumbados en la cama. La hipótesis que baraja la Policía Nacional es que la mujer suministro ansiolíticos al niño para adormecerle antes de cometer el crimen. Además, el pequeño tenía unas gasas en la nariz y presentaba moratones en el cuello, como serial de un intento de asfixia. Después, Tamara se habría ahorcado con una sabana. Cuando los agentes del grupo de homicidios se pusieron en contacto con la madre de la víctima para informarla del suceso, afirmó que no le extrañaba porque se lo esperaba.