Casi todos los partidos políticos terminan cayendo en el mismo error, eso es el espíritu sectario que doblega las conciencias, sacrifica la libertad y anula la inteligencia.

Sucede, que en el caso de las sectas el instrumento implica la anulación de la personalidad del adepto, y su sometimiento absoluto al universo mental del gurú de turno. En el caso de los políticos, el proceso es más prosaico.

Quienes sacrifican su libertad, renuncian a su buen juicio, y apoyan incondicionalmente aquello en lo que no creen, son sencillamente víctimas de su codicia y su ambición. Nada explica el comportamiento en este caso de un partido como el PSOE, tan celoso en otros tiempos de unos valores que hoy traicionan con descaro e impunidad social.

El caso de Nicolás Redondo solo es un ejemplo de lo que está por venir. El Sanchismo ha doblegado la naturaleza del PSOE, un partido que con todos sus defectos mantenía cierta dignidad. Este episodio puede ser el principio o el final, pero mientras tanto, gran parte de la sociedad española es igualmente estigmatizada y condenada al ostracismo por una extraña y caótica coalición que ha perdido el norte priorizando sus intereses inmediatos, sea cual sea el coste.

Dios nos coja confesados.

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