Ay, queridos lectores. Que no os cuenten cuentos. Que aquí lo que hubo fue una fiesta de cumpleaños de las de champán, copas y muchos, muchos contactos. Y de esos contactos que luego te hacen millonario.

Resulta que Víctor de Aldama, ese empresario con más labia que un vendedor de crecepelo, decidió tirar la casa por la ventana. ¿El motivo? Celebrar los 60 añitos de José Luis Ábalos. Sí, el mismísimo. Y no lo celebró en cualquier garito de mala muerte. No, no. Lo montó en el restaurante Welow, en los bajos de las Cuatro Torres de Madrid. Vamos, lo más pijo que te puedas imaginar.

La fecha tampoco es casual. 8 de diciembre de 2019. Apuntadla en vuestras agendas. Porque esa noche, entre canapés y brindis, coincidieron Pedro Sánchez y varios ministros del Gobierno socialista. La plana mayor del PSOE, vamos. Todos juntitos, muy sonrientes, muy abrazaditos. Una reunión familiar de lo más entrañable.

Pero aquí viene lo jugoso. Lo que hace que esta historia pase de ser una simple fiesta de cumpleaños a convertirse en el prólogo de un pelotazo de los gordos.

Cuando las fiestas salen muy, muy rentables

Porque claro, Aldama no pagó esa fiesta por amor al arte. Ni porque Ábalos le cayera especialmente simpático. No, no, no. Este hombre tenía un plan. Un plan que olía a dinero. A mucho dinero.

Tres meses después de esa fiesta tan bonita, cuando el coronavirus empezó a sembrar el pánico y todos andábamos como pollos sin cabeza buscando mascarillas, Aldama ya tenía los contactos necesarios. Ya sabía a qué puertas llamar. Y vaya si las llamó.

El empresario se convirtió en el intermediario perfecto para cerrar contratos millonarios. Contratos para la adquisición de mascarillas que se adjudicaron a Soluciones de Gestión. ¿Y adivináis quién estaba detrás? Exacto. Nuestro amigo Aldama.

Pero la cosa no acaba ahí. Porque en aquella fiesta también estaba Teresa Ribera, la ministra. Y mira tú por dónde, meses después, Ribera aceleraría una licencia de operadora con la que Aldama presuntamente defraudó millones de euros en el sector de los hidrocarburos. Casualidades de la vida, ¿verdad? Qué cosas tiene el destino.

La empresa Soluciones de Gestión y Apoyo a Empresas S.L., que sonaba más a gestoría de barrio que a multinacional, firmó al menos tres contratos públicos para suministrar mascarillas durante la pandemia. Más de 33 millones de euros sin IVA. Una bicoca. Un pelotazo en toda regla.

Y aquí viene lo mejor. ¿Sabéis qué tenían en común esos tres contratos? Que todos, absolutamente todos, pasaban por el Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible. El ministerio de Ábalos. Qué casualidad, ¿no?

Los contratos del amiguete: así se reparten las mascarillas

Vamos a desgranarlo poquito a poco. Porque esto tiene más miga que un bocadillo de chorizo.

Primer contrato: lo adjudicó Puertos del Estado el 27 de abril de 2020. Sin publicidad. Así, sin más. Un procedimiento tan discreto como un elefante en una cacharrería. 20 millones de euros de presupuesto base. Con IVA, 24,2 millones. Y Puertos del Estado, ojo al dato, depende de la Secretaría de Estado de Transportes. La de Ábalos, para el que no haya pillado el chiste.

Segundo contrato: lo firmó el Administrador de Infraestructuras Ferroviarias, el famoso ADIF. También dependiente del Ministerio de Transportes. Qué sorpresa. Este fue para suministrar cinco millones de mascarillas FFP2. 12,5 millones de euros con IVA incluido. Tramitado mediante procedimiento negociado sin publicidad. Vamos, que nadie se enteró. Todo muy en familia.

Tercer contrato: este lo hizo el Ministerio del Interior el 20 de mayo de 2020. 3,5 millones de euros con IVA para 1.065.000 mascarillas. A 3,27 euros la unidad. Y uno se pregunta: ¿de qué estaban hechas esas mascarillas? ¿De hilo de oro?

Todo muy legal, todo muy transparente. Pero con un tufillo que no se quita ni con lejía.

Aldama supo jugar sus cartas. Supo abrir las puertas del Gobierno de España como quien abre la puerta de su casa. Y se forró. Se forró a costa de adjudicaciones públicas y favores de la Administración. Porque para eso sirven las fiestas de cumpleaños bien pagadas, ¿no?

El empresario se posicionó como el intermediario perfecto. El hombre que conocía a quien había que conocer. El que tenía el teléfono directo. El que sabía cómo funcionaban los engranajes del poder. Y lo explotó hasta el último céntimo.

Ahora la investigación judicial está desentrañando todo el pastel. Destapando la red de presuntas corruptelas que salpica a altos cargos del PSOE. Porque esto no es solo la historia de un empresario avispado. Es la historia de cómo se hacen los negocios cuando tienes los contactos adecuados. Cuando compartes copas con quien tiene que firmar los contratos.

Ábalos tuvo su fiestecita. Sánchez estuvo presente. Aldama pagó la cuenta. Y luego, cuando llegó la hora de repartir el pastel de las mascarillas, todos sabían perfectamente quién era quién.

La investigación continúa. Los jueces siguen tirando del hilo. Y cada vez aparecen más conexiones, más vínculos, más coincidencias demasiado casuales como para ser casualidades.

Porque al final, queridos míos, en esta vida todo se paga. O todo se cobra. Depende de en qué lado de la fiesta estés.

Una cosa está clara: aquella noche del 8 de diciembre de 2019 en el Welow no fue una simple celebración de cumpleaños. Fue una inversión. Una inversión que le reportó a Aldama beneficios millonarios. Una inversión en la que Ábalos recibió su fiesta y el Gobierno socialista recibió… bueno, eso aún está por aclarar.

Lo que sí sabemos es que las mascarillas se compraron. Que los contratos se firmaron. Que el dinero público se gastó. Y que todo empezó con una fiesta en la que el empresario, el ministro y el presidente brindaron juntos.

A ver cómo termina esta historia. Porque de momento, lo único que está claro es que Aldama sabía perfectamente dónde invertir su dinero. Y que la factura de aquella fiesta fue, probablemente, la mejor inversión de su vida.

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