Marlaska tira 3 millones por la ventana: uniformes de prisión que se deshacen con cinco lavados y dejan a los funcionarios en paños menores

¡Ay, Fernando Grande-Marlaska! Que nos tiene acostumbrados a perlas, pero esta vez se ha superado. El señor ministro ha decidido gastarse la friolera de 3 millones de euros en uniformes para los funcionarios de prisiones que, ojo al dato, solo aguantan cinco lavados. Sí, has leído bien: cinco. CINCO. Como los dedos de una mano.

¿Y lo mejor? Que los uniformes los hacen los presos. Porque claro, ¿qué podría salir mal dejando que los reclusos confeccionen la ropa de quienes los vigilan? Es como pedirle a tu ex que te haga el vestido de boda. Un sin sentido absoluto.

La cosa no podía ser más esperpéntica. Resulta que a estos uniformes se les borran las letras y la bandera de España después de unos pocos lavados. Vamos, que los funcionarios van perdiendo la identidad española lavado a lavado. Una metáfora perfecta para estos tiempos que corren.

La calidad que nos merecemos (o no)

La Asociación Profesional de Funcionarios de Prisiones (APFP) no se ha quedado callada ante semejante despropósito. Dicen que el tejido «deja mucho que desear en calidad, comodidad y funcionalidad, así como en transpirabilidad». En cristiano: que van vestidos como sacos de patatas sudorosos.

Gonzalo Arboledas, presidente de la APFP, lo tiene clarísimo: «Lo lógico es que los uniformes sean realizados por empresas textiles especializadas, en vez de por presos, y que pasaran un control de calidad». Pero claro, la lógica y Marlaska no van de la mano desde hace tiempo.

«No todo vale para ahorrar costes», critica Arboledas. Aunque por lo visto para nuestro querido ministro sí que vale todo. Total, el que suda dentro del uniforme no es él.

El manual de instrucciones del horror

Como si fuera poco, Interior ha tenido la desfachatez de dar instrucciones de «mantenimiento y conservación» de estos uniformes. Un manual digno de un cacharro chino de segunda mano:

  • Máximo cinco lavados para el chubasquero (después de eso, mejor pásate un paraguas)
  • Nada de suavizante para los polos y pantalones (que ya van bastante suaves de calidad)
  • Prohibido planchar (no vaya a ser que se deshagan del todo)
  • Lavar del revés las prendas con logo estampado (para que no se vea lo mal que está hecho)

Y rematan con una advertencia que da risa: si no sigues estas recomendaciones, «se producirá el deterioro del tejido». ¡Como si no se fuera a deteriorar ya de por sí!

La nueva uniformidad, implantada entre diciembre de 2024 y enero de 2025, incluye dos polos de manga larga, dos de manga corta, dos pantalones, un softshell, un chubasquero técnico, un cinturón, zapatos y botas. Vamos, el kit completo para pasar vergüenza ajena.

Tres millones y medio para seguir haciendo el ridículo

Trabajo Penitenciario y Formación para el Empleo (TPFE), que depende del Ministerio del Interior, ha licitado este mes un contrato por 3.315.380 euros para comprar tejidos y materiales para fabricar estos bodrios. Publicado en el BOE el 2 de septiembre, como quien no quiere la cosa.

Los centros penitenciarios que se encargan de esta chapuza son los de Córdoba, El Dueso (Cantabria), Jaén, Alcalá de Henares, Soto del Real, Topas (Salamanca), Segovia y Puerto de Santa María. Ocho talleres de costura carcelarios que han convertido la uniformidad española en el hazmerreír europeo.

Nostalgia de cuando las cosas se hacían bien

Hasta 2008, El Corte Inglés se encargaba de los uniformes. Los funcionarios iban a cualquier centro, se tomaban las medidas como Dios manda, y salían con uniformes decentes. «Era parecida a la de los conductores de ALSA, de color azul la camisa y gris marengo el pantalón, y de mayor calidad, comodidad y transpirabilidad», recuerda Arboledas con nostalgia.

Después, durante el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, el uniforme era beige arriba con el escudo de Instituciones Penitenciarias bordado (¡bordado de verdad, no estampado de pacotilla!) y pantalón gris marengo.

Fue precisamente bajo Zapatero cuando se empezó con el experimento de que algunos uniformes los hicieran los internos. Un sistema mixto que duró 15 años. Ahora, con el nuevo uniforme azul marino de Marlaska, hemos pegado el salto completo al absurdo.

Funcionarios sudando como pollos en verano

La cosa se pone mejor. Resulta que el pantalón está hecho con 58% poliamida, 22% poliéster y 10% elastano. Los polos, directamente 100% poliéster. Para quien no sepa qué significa esto: que es como vestirse con una bolsa de plástico.

«Al ser tejidos que retienen el calor y no absorben la humedad», los funcionarios pasan «muchísimo calor» en verano. Tanto que los de vigilancia interior, que hacen jornadas de 16 horas continuas, se han visto obligados «a lavar el uniforme por la noche» para poder usarlo limpio al día siguiente.

¿El problema? Que solo les dan dos unidades. Dos. Para 16 horas de trabajo. Es como pretender que alguien haga un maratón con una sola zapatilla de repuesto.

Lo que de verdad necesitan (pero no van a tener)

La APFP no se conforma con quejarse. Saben perfectamente lo que hace falta:

  • Uniformes de calidad diferenciados para invierno y verano
  • Más unidades de repuesto para los funcionarios de vigilancia
  • Más prendas de abrigo: jerseys, camisas de manga larga y corta, chaquetas
  • Chalecos antipinchazo como los que llevan las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado
  • Uniformes con material reflectante para distinguir rápidamente al personal de los internos en casos de motines, alteraciones o incendios

Peticiones de sentido común que, conociendo a Marlaska, probablemente acabarán en el cajón del olvido junto a tantas otras promesas rotas.

El negocio redondo de la mediocridad

Mientras tanto, Interior sigue tirando millones en tejidos de tercera, cremalleras de cuarta y emblemas que se borran con el primer estornudo. Todo para mantener un sistema que beneficia a no se sabe quién, porque desde luego a los funcionarios de prisiones no.

Los 3,3 millones de euros de este contrato se podrían haber invertido en uniformes decentes de empresas especializadas. Pero no, mejor seguir con el experimento carcelario. Total, la cuenta la paga el contribuyente.

Marlaska ha conseguido lo imposible: que los funcionarios de prisiones vistan peor que algunos de los presos a los que vigilan. Un logro que pasará a los anales de la incompetencia ministerial.

El futuro (negro) de la uniformidad española

Con estos precedentes, no queremos ni imaginar qué será lo próximo. ¿Uniformes de papel para ahorrar en el lavado? ¿Vestuario pintado directamente sobre la piel? Con Grande-Marlaska todo es posible.

Mientras tanto, los funcionarios de prisiones seguirán sudando en verano, pasando frío en invierno, y viendo cómo sus uniformes se deshacen lavado a lavado. Porque en este país, cuando algo funciona, enseguida llega alguien para estropearlo.

Y lo peor de todo es que esto se hace con el dinero de todos. Tres millones de euros que se podrían haber gastado en sanidad, educación o infraestructuras. Pero no, mejor invertirlos en una colección de haute couture carcelaria que hace aguas por todos lados.

Marlaska ha demostrado una vez más que la gestión socialista es sinónimo de despilfarro y chapuza. Y los funcionarios de prisiones, como siempre, pagando los platos rotos. O mejor dicho, llevando los trapos sucios.

En definitiva, un nuevo episodio de la serie «Cómo destruir España capítulo a capítulo», protagonizada por un Ministerio del Interior que parece empeñado en batir récords de incompetencia. Y vamos camino de conseguirlo.

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