En Ferraz ya no huele a claveles. Ni siquiera a naftalina institucional. Ahora apesta directamente a sobres con dinero, a llamadas grabadas y a la inconfundible fragancia del sudor frío que recorre la espalda cuando sabes que te han pillado. El PSOE, ese partido que durante años ondeó la bandera de la ejemplaridad, el feminismo militante y la lucha contra la corrupción, se acaba de encontrar con su reflejo en el espejo… y resulta que lleva once años con los bolsillos llenos y las manos manchadas.

Pero no nos alarmemos, que todo esto, como diría el presidente Sánchez —ese Houdini de la responsabilidad política—, es culpa de un solo hombre: Santos Cerdán, su exnúmero tres, su «amigo fiel», el hombre al que defendía con fe casi religiosa hace apenas 48 horas. Ahora resulta que era un Judas con carnet del PSOE, que le coló a Ábalos a un tal Koldo como chófer, luego como asesor, y finalmente como arquitecto de una presunta red criminal. Todo muy normal. Muy socialista. Muy siglo XXI.

Un bolso en el escaño y un agujero en la credibilidad

Dicen que el escaño de Santos Cerdán lo ocupaba ayer el bolso de una diputada. Muy simbólico. El lugar donde antes se sentaba uno de los hombres más poderosos del partido ha quedado reducido a un posabolsos. Como metáfora, no tiene precio. Porque eso es lo que queda ahora mismo del PSOE: una colección de carteras vacías de credibilidad y repletas de facturas de contratos amañados.

La UCO (sí, esa Guardia Civil a la que el Gobierno suele mirar con recelo cuando le estropea el relato) ha hecho su trabajo. Un informe demoledor que habla de «organización criminal», «adjudicaciones manipuladas», «red clientelar» y otras expresiones que nos recuerdan más a la época de los Gurtelboys que al nuevo progresismo regenerador de Pedro el Magnánimo. Y claro, el PSOE se ha quedado en estado de shock. O eso dicen. Porque a estas alturas, lo que se respira no es sorpresa, sino el hedor rancio de una hipocresía institucionalizada.

Se acabó el mantra, que ya ni los propios se lo creen

“Se acabó el mantra de que todo es una conspiración contra nosotros”, dicen los propios militantes, entre lágrimas de cocodrilo y cálculos electorales. A buenas horas, mangas verdes. El PSOE ha jugado durante años a la carta del victimismo: que si la derecha mediática, que si la cloaca judicial, que si la derechona facha que no acepta los avances sociales. Y mientras tanto, Cerdán y compañía se paseaban por los pasillos del poder como si fueran los dueños del cortijo.

Recordemos que el PSOE se arrogó en 2018 el monopolio de la decencia institucional, montando una moción de censura contra Rajoy por la sentencia de Gürtel. La imagen era potente: Pedro Sánchez subiendo por la escalera del Congreso con gesto grave, acompañado por Ábalos, ese mismo que ahora protagoniza la precuela del Caso Koldo. Y claro, el círculo se cierra, pero no como epopeya regeneradora, sino como tragicomedia bufa.

El síndrome del “yo no sabía nada”

Sánchez ha comparecido como lo que mejor sabe hacer: una víctima institucional. “Me engañó”, dice sobre Cerdán, como si en vez de presidente del Gobierno fuera el protagonista de una comedia romántica con final dramático. El hombre que presume de tener un control absoluto sobre cada movimiento del PSOE, el presidente que escribe cartas a la ciudadanía y amenaza con dimitir para medir el aplauso, resulta que no sabía nada. Pedro el Inocente, otro santo más para el santoral del socialismo mágico.

Y no es que no supiera nada de las andanzas de Cerdán. Es que lo ratificó como secretario de Organización en 2024, con el caso Koldo ya flotando como un cadáver en la piscina. Lo avaló. Lo defendió en público. Le dio su confianza. Y ahora, cuando el cadáver flota en mitad del salón, Pedro se lava las manos cual Poncio Pilatos con máster en spin político.

Once años de podredumbre… pero sorpresa, oye

El informe de la UCO no habla de una pillería puntual. No es que Cerdán metiera la mano en la caja una vez y le pillaran con los dedos pegajosos. Estamos hablando de una década de corrupción sistemática, estructurada y jerarquizada. Desde las primarias de 2014, cuando presuntamente se amañaron votos para que Sánchez ganara frente a Eduardo Madina, hasta contratos públicos inflados, comisiones pactadas y conversaciones donde se habla con naturalidad de embolsarse 620.000 euros como quien habla del precio del pan.

Pero no, el presidente no sabía nada. Ni los ministros. Ni el partido. Todos eran vírgenes administrativas en un burdel presupuestario.

La tropa socialista: del «es nuestro hombre» al «yo siempre sospeché»

Casi da ternura ver cómo los cargos socialistas pasan en cuestión de horas del «es un gran compañero» al «yo ya decía que algo olía raro». A más de uno le ha quedado la mano churruscada tras ponerla en el fuego por Cerdán. Otros han adoptado el silencio sepulcral, con cara de funeral laico. Porque esto no es solo un escándalo. Es el fin de una narrativa. El PSOE ya no puede dar lecciones de ética sin que la carcajada se oiga en Lisboa.

Ahora toca buscar culpables (preferentemente muertos políticos o dimitidos) y limpiar la escena del crimen. Por eso Sánchez ha salido en Ferraz, no en Moncloa, en un intento cutre de crear una frontera imaginaria entre el partido y el Gobierno. El típico “esto fue cosa del partido, el Ejecutivo está limpio”. Claro, claro. Y yo soy Letizia Ortiz, pero sin estrés postraumático.

No habrá elecciones… porque la hostia sería monumental

Sánchez lo dejó claro: “No habrá elecciones hasta 2027”. Lógico. Si se votara mañana, el PSOE no pasaba ni el umbral del 20%. Y eso que Feijóo, con su habitual talento para desaprovechar oportunidades, ha descartado una moción de censura. No vaya a ser que gane sin querer.

De momento, Sánchez ha prometido una auditoría externa. Otra. Porque si algo le gusta a este Gobierno es contratar auditorías que acaban en informes llenos de buenas intenciones y conclusiones más lavadas que un traje de gala. También habrá cambios en la Ejecutiva del partido, pero no en el Ejecutivo. Porque el problema no es gobernar mal, sino parecer que gobiernas con corruptos.

¿Y ahora qué?

Ahora el PSOE se enfrenta a su propio espejo. Ese donde ya no se ve a sí mismo como “la izquierda decente” sino como una versión vintage del PP de los años 2000, pero con menos corbatas y más TikTok.

Las palabras de Ábalos en 2018 resuenan con fuerza y sarcasmo: “Crearon con su particular uso del poder un verdadero círculo perfecto de corrupción”. Solo que ahora el círculo es rojo, no azul. Y en el centro está Pedro, mirando a cámara, con el rostro muy serio y el alma muy limpia. O eso dice él.

Mientras tanto, en Ferraz, los teléfonos no paran de sonar, los cuchillos vuelan en silencio, y el escaño de Cerdán sigue vacío. Con suerte, lo ocupará pronto otro bolso. Porque al paso que va el PSOE, los bolsos son lo único que no mienten.

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