COOPERANDO CON VALLE INCLÁN EN LA UNIDAD DE PSIQUIATRÍA.

Pocos días antes de irme, ingresó un señor mayor, con 68 años. Desde el primer momento en que lo vi, me cayó estupendamente, y le comenté a una auxiliar de enfermería: “se parece a Valle – Inclán” Se rió de lo lindo, pero es que era clavado, con unas señoras barbas y las gafas, si bien las que calzaba, no se le parecían en nada a las de D. Ramón.

El pobre, vivía solo y se lo trajeron en silla de ruedas -mira por dónde, en este mes, ya me he topado con varias, tanto en el hospital como por la calle-.

Como hablaba muy bajito y no tenía la dentadura postiza, casi me resultaba imposible comprender todo lo que decía. Por lo visto, se dejó la dentadura en casa, mala cosa, ya os diré por qué.

Pues sí, al día siguiente, salió y le comenté que no llevaba las gafas puestas. Se las había olvidado en su habitación, así que tuvieron que traérselas. Estaban tan sucios los cristales, que apenas se podía ver, así que le pedí permiso para limpiárserlas. Tres veces, tuve que pasarles el papel higiénico por las lentes, tres veces, mejor dicho, tres toallitas tuve que emplear. En el lavabo, con agua y jabón, y nada, que se resistía la grasa de las manos y los restos de alguna salpicadura de comida.

El pobre, no estaba mal de la cabeza, tan sólo una depresión, cuestión anímica, pues vivía solo durante años. No había forma de que se levantase de la silla, y eso que podía.

Pasadas unas horas, le pregunté que si fumaba. Sí, ¿tienes tabaco? Para Vd. los que quiera, D. Fulanito. Lo saqué al patio y le ofrecí un cigarrillo. Bueno, pues no pasaron ni diez o quince minutos despues de que se lo fumase, para que se operara el “milagro”. Va y se levanta de la silla como si tal cosa, jajaja. Permaneció así, andando durante varias horas, lo que hace un cigarrillo en algunos casos…

Al día siguiente, otra vez en la silla, y no se quería levantar. Para mí, que estaba un poco asustado, pues sería la primera vez que ingresaba en un sitio de estos, y viendo algunos enfermos, se le quitarían las ganas de todo al pobre. En el almuerzo, ya era el segundo o tercer día que estaba a base de purés. Antes de entrar en el comedor, me tiró del pijama. Tengo hambre. Bueno, es normal, si vamos a almorzar. No, es que tengo hambre aquí, paso hambre. Claro, a base de purés y potitos, el hombre lo que quería era chicha, pero no podía masticar, por no tener la dentadura. Se lo comenté a una enfermera, que le diesen un poco de pan o que se lo mojasen en los purés. No, que se atraganta. No, si el pan está mojado y blando, y tiene hambre. ¿Su respuesta? En la calle, como si se atraganta, me da igual, pero aquí no se nos va a morir de eso. Me callé, por decoro, y le pasé en la merienda mi bocadillo muy disimuladamente. Oye, cómo comía el pobre, con qué frenesí. Lo partía con las manos, y hasta con el chorizo hacía lo mismo: daba la impresión de que hacía años que no veía un bocadillo. Pues nada, que cuando iba por la mitad, más o menos, se lo quitaron de golpe. Uno se tiene que quedar callado, y ganas de armarla, no me faltaron.

Más tarde, me dijo que si lo podía llevar al baño -ahí algunas de las auxiliares están de adorno, os lo aseguro- y claro que lo hice. Cual no sería mi sorpresa, cuando él y yo nos dimos cuenta de que le habían puesto un pañal, al levantarlo de la silla, para que orinase. Todo esto, por ahorrarse trabajo, nada más. Me dio coraje, y no poco.

Le comenté a un paciente, que como siguiese así, poco iba a durar. Sí que dura, y lo pondrán mejor. Ojalá, fulanito, pero ¿te imaginas lo que supone para una persona mayor que jamás se ha puesto un pañal, orinarse o hacer de vientre sentado en una silla de ruedas? ¿Te imaginas lo complicado que ha de ser, para que los excrementos discurran como debieren? Ojalá me equivoque, pero a este señor, como le sigan dando sopitas, purés y, encima, le pongan un pañal, se lo cargan, te lo aseguro. Ha de ser una humillación, hacer las necesidades de esta manera, y todo porque no quieren hacer algunos auxiliares bien su trabajo.

Bueno, pues al día siguiente, le dio un ictus al pobre. Se lo llevaron para otro lugar, pero me dio coraje. Algunos del personal, más que con enfermos, parezca que estén tratando con cosas, es más, hay no poco enchufado ahí que ni sabe donde tiene la cabeza o parece no saberlo, eso se nota a la legua. Por otro lado, se comprende que también están quemados, pues tratar con pacientes de psiquiatría durante años, te puede dejar medio listo, pero no es excusa. Me he encontrado con enfermeras y auxiliares que llevan ahí décadas, y décadas, y hacen las cosas de maravilla. Si no te gusta tu trabajo, te fastidias, o te empleas en otra cosa, por ejemplo, pero no puedes tratar a las personas como si fuesen trapos. Me he callado muchas ahí dentro, por no tenerla con el personal subalterno, que suelen ser los peores. Otra, hablando cada dos por tres con el teléfono móvil, sin echarle cuenta al trabajo. Así va España, señores.

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