Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Albert Einstein.
Sorprende la poca calidad personal y colectiva de nuestros políticos. Poca calidad en lo que se refiere a la labor desarrollada, y aún menos dignidad, cuando intentan soslayar los errores que en circunstancias normales mandarían a casa a los responsables. Pero no vivimos tiempos de normalidad, más bien un momento en que se nos exige un plus de competencia y también ¿por qué no decirlo? de buenas maneras que inviten al consenso y esfuerzo conjunto. De lo contrario…
En los últimos años, hemos sido partícipes de un juego, cuya novedad reside en utilizar las redes para divulgar los “zascas” de nuestros personajes preferidos en contra del adversario, ovacionando ese momento sin consideración a la respuesta ni el fondo del asunto.
Con esos antecedentes, nuestros políticos encuentran más rentable para sus intereses, ese momento “Prime time” o ese otro comentario viral, donde el adversario parece sufrir el castigo o ridículo que se merece, mientras que al causante lo premian con las ovaciones de sus seguidores que pocas veces se molestan en oír la respuesta que a su vez, termina siendo otro “zasca” en dirección contraria. Y así como una bola de ping-pong prestamos atención al que le da, pero no al que la devuelve.
Todos recordamos (están en el YouTube) al Sr. Rufián, (y otros) cuando su sueldo tan solo estaba justificado (para los suyos) por sus intervenciones casi siempre fuera de lugar y exageradamente insultantes. Con Pablo Iglesias y alguno de los suyos, parecido o peor. Pero no es menos cierto, que finalmente casi todos han optado por comportamientos parecidos al buscar ese momento, esa muestra de ingenio parlamentario, que le evita tener que ser coherente para convencer, bastando al parecer con ser hiriente, sarcástico, y en el mejor de los casos histriónico e hilarante.
Hoy, todo un Vicepresidente de la Nación (por más podemita que sea ) en la “Comisión del Congreso para la Reconstrucción” ha ignorado la trascendencia del momento y su responsabilidad institucional con “una gracieta que derivó en otra provocación parlamentaria al asegurar que en su disposición a hablar con todo el mundo tanto le sirve el expresidente catalán huido, Carles Puigdemont, como Vox, aunque a veces parezca que quieren dar un golpe de Estado”, ante la reacción indignada del representante de VOX.
Patxi López, presidente de la misma, no se le ocurre otra cosa que acusar a Iván Espinosa, de tener la piel muy fina. Más tarde ha corregido con este comentario que suscribo “para qué y quién estamos aquí, y no es ni para insultarnos ni atacarnos sino para demostrar que la política sirve para mejorar la vida de la gente”.
Estamos acostumbrados a estas escenificaciones que a veces rozan el infantilismo, y otras el esperpento, aun así, tenemos derecho a esperar un comportamiento diferente en un contexto de crisis como el que estamos viviendo. Lo peor de todo es que cuando más necesaria es la unidad, más afloran las divisiones que además arrastran al resto de la sociedad. Momentos como éste provocan ese descontento y esa frustración que termina siendo terreno abonado para los populismos más tóxicos.
Hoy por hoy, la clase política debería como prioridad consensuar soluciones a nuestros problemas, que prometen ser muchos. Parece sin embargo que todas sus estrategias estén enfocadas a eludir responsabilidades, difamar y hasta mancillar al oponente. Mientras los españoles de una u otra tendencia (o ninguna) seguimos sufriendo las consecuencias de un virus que nos mata, y otro que nos ningunea, nos parásita y nos enfrenta.