¿JUSTICIA?

No se sabe si para Iñaki Urdangarin

Con nuestra Constitución se hizo un esfuerzo admirable por igualar, y en algunos casos superar, los valores reflejados en otras constituciones, cuyas democracias más antiguas y experimentadas presumen de ser ejemplarizantes en relación a la nuestra. Y no lo hicimos mal, aunque… lo cierto es que si nos creyéramos los enunciados propuestos en nuestra Constitución, y consiguiéramos materializarlos, podríamos presumir de vivir en el mejor de los países posibles, pero no es así. La naturaleza humana tiende a limitar la eficacia de las propuestas más justas y razonables. Así, nos encontramos, por ejemplo, con que la Justicia, pese a la declaración constitucional de “igual para todos” nos muestra un día sí y otro también que ésta sufre de cierta debilidad a la hora de aplicarla, especialmente si sus afectados son poderosos y privilegiados. Es el caso a mi juicio de lo que está aconteciendo con el Sr. Urdangarín. No es el único, pero quizás es uno de los más escandalosos.

Urdangarín es el arquetipo del corrupto y corruptor. Alguien que pudo ser ejemplo para millones de jóvenes y que la codicia lo condujo al estatus de vergüenza nacional, poniendo además en peligro el prestigio de una institución como es la monarquía, ya de por sí anacrónica al entender de muchos españoles. Que un privilegiado como éste (y otros como él) con ese plus de culpabilidad que implica utilizar su posición para ningunear y corromper las instituciones por su beneficio personal, se salgan con la condena mínima, y ésta se ejecute en los ambientes más confortables, es una violación a mi entender de los principios constitucionales de igualdad y equidad que hoy día están en la boca de todos cuando nos conviene. Pero sobre todo, es una manera gratuita y estúpida de provocar reacciones populares, cuyas consecuencias no son previsibles, pero sí justificadas. ¿Con qué autoridad un sistema judicial condena a un hombre a años de prisión por un delito menor fruto de la necesidad, años después de cometida la infracción, y con una vida reconstruida, si vemos constantemente la peculiar aplicación de las mismas leyes a los poderosos?

 

La ironía de todo esto es que Urdangarín disfrutará de dos días de libertad a la semana para realizar servicios sociales, en una comunidad de discapacitados, cuando se demostró que utilizó a éstos como excusa para obtener subvenciones que lo enriquecieron con la tapadera de algunas fundaciones.

Demandar ejemplaridad a la justicia, es una exigencia insatisfecha desde el principio de los tiempos, aún así, necesaria. Una sociedad cuya justicia muestra favoritismos en función de la condición social o el poderío de los afectados no es una buena representante de los valores que queremos transmitir a nuestros hijos.

 

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