Albert Rivera se equivocó, y su partido lo pagó.

Como consecuencia, sus militantes y sus simpatizantes vieron sus ilusiones frustradas por la deriva y las malas decisiones de su líder y la corte que lo secundaba. Sus errores no fueron inocentes. A mi juicio fue el fruto de la arrogancia y la percepción de sí mismo que fue creciendo de forma desmesurada gracias al continuo crecimiento una convocatoria tras otra.

Aun así, la debacle de C’s fue inesperada por su dimensión, mostrándonos cuán volátil era la base de su éxito.

Albert Rivera tomó la decisión de dimitir de sus responsabilidades como consecuencia de su fracaso, y así pareció honrar una ética que su partido había practicado con variados resultados.

Algunos piensan que más bien eludió la difícil misión de afrontar las consecuencias en una ejecutiva que había construido a su medida para evitar las críticas.

Albert Rivera se fue dejando un regalo envenenado al partido que había liderado, y que finalmente ha terminado por conducirlo a un punto de difícil aunque no imposible retorno.

Éste fue el reclamo de Inés Arrimadas para integrarla en su proyecto nacional dejando a C’s catalán sin su principal activo en el territorio que más lo necesitaba.

No sabemos si la permanencia de Inés en Cataluña hubiera evitado la debacle. Yo lo dudo, pero posiblemente la hubiera amortiguado razonablemente. Ahora ya es tarde. Posiblemente, también sea tarde para que Arrimadas marque la diferencia con la gestión de su mentor Albert Rivera, y vaya recuperando el espacio perdido. Así lo demuestra no solamente los resultados, sino también, y como acostumbra a suceder en estos casos, la oposición interna, que siendo residual cuando el éxito los asiste, se transforma en autodestructiva cuando este desaparece.

Albert Rivera se equivocó, y su partido lo pagó.

Toni Cantó antes ilustre miembro de UPyD, hoy igual de ilustre en el C’s valenciano, explicaba en el programa de Ana Rosa que el fracaso en los comicios catalanes estaba principalmente asociado a la gran abstención, afirmando literalmente, que su militancia y sus simpatizantes se habían quedado en casa.

Si eso fuera cierto, y no creo que lo sea, significaría la pérdida de motivación por parte de unos votantes que en los anteriores comicios le dieron la mayoría a este partido, lo cual me parece un poco indigno el atribuir a la pereza de sus votantes la causa de sus desgracias.

Parece más bien que la recuperación del PSC, y la no tan insólita aparición de VOX en el escenario catalán explican mejor la casi desintegración de C’s.

Lo que hizo crecer a C’s fue especialmente su enérgica oposición al nacionalismo primero y la Procés después. Fue así que atrajo militantes y simpatizantes de la izquierda y de la derecha.

La pérdida de estos apoyos significa sencillamente que inconscientemente dejaron de liderar esa oposición en Cataluña, y dejaron de ser centro en el resto de España. A mí no me duelen prendas en reconocer mi simpatía por este partido durante varios años, y tampoco mi decepción y hasta mi enfado por la mala administración del capital que sus militantes y sus votantes les concedieron.

Aun así, mis mejores deseos.

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