No hay opiniones ni acciones estúpidas, solo estúpidos que opinan y toman decisiones
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Un año como este no se supera fácilmente. Unos lo viven como una molestia temporal, otros como una tragedia triste pero sobredimensionada, que está siendo utilizada para ocultar errores, o peor, limitar derechos y libertades. La mayoría con temor y desconcierto.
No es la primera ni será la última. La humanidad lleva milenios afrontando y superando pandemias muchísimo más graves que la que ahora nos atemoriza. El Covid 19 está alterando nuestras vidas sin que sepamos reaccionar. Nuestros gobiernos temen más a la verdad y su efecto sobre la opinión pública, que al mismo virus y sus consecuencias. ¿Y cuál es esa verdad? Posiblemente nunca la conozcamos, ni en este ni en otros casos de igual transcendencia. Pero lo que sí sabemos, es que una vez más este gobierno, nos miente descaradamente, con el beneplácito de algunos medios y la extraña torpeza de una oposición inoperante.
El mundo se gasta lo que no tiene, en proyectos cuya rentabilidad es más que dudosa, o en todo caso no es prioritaria comparada con otras urgencias que arrastramos desde antiguo causando miseria y sufrimiento (un millón de niños muere cada año en el tercer mundo por la neumonía infantil). En nuestro país, se recortan los presupuestos destinados a sanidad mientras prometen asistencia universal a todo aquel que sea capaz de asaltar nuestras fronteras, lo cual resulta muy humanitario, hasta que recordamos la vergonzante sugerencia de dejar morir a los más ancianos ( vulnerables ) en plena crisis sanitaria.
Todo eso y más, podríamos tolerar si fuera la inevitable consecuencia del maldito virus, pero sucede que somos muchos los que no sabemos ignorar la evidencia. Unos gobiernos (de la Nación y autonómicos) que tras colocar infinidad de supuestos asesores, tienen que reconocer o que no sirven para nada, o como hizo el ministro, que su anunciado comité de especialistas no existía, simplemente consultaba de manera aleatoria a algunos funcionarios mostrándonos en ese reconocimiento la deriva de su gestión, y lo contradictorio de lo que nos vendía un día sí y otro también a través de ese extraño personaje (Fernando Simón) que se ha vuelto una triste caricatura de los amos a los que sirve. Otros, con el inquietante President Quim Torra a la cabeza, reclamando competencias para poder ponernos a prueba con su incompetencia.
En ese contexto, los absolutos responsables de este desaguisado, son nuestros gobernantes. No supieron prevenir, no supieron diagnosticar, no supieron solucionar, y no supieron transmitir a una sociedad confinada, otra cosa que no fuera desconfianza y desconcierto, hecho este que se ha traducido en una irresponsable y generalizada desidia por parte de los jóvenes y no tan jóvenes que intoxicados por los centenares de bulos que circulan por las redes, y la falta de confianza que generan las instituciones y el mensaje que nos transmiten, están contribuyendo a que esta tragedia nos acompañe indefinidamente.
Nuestros ancestros sufrieron pandemias infinitamente más graves que la que estamos viviendo, y lo pagaron muy caro. Algunas de ellas, como la peste bubónica o la neumónica, redujeron la población de aquel entonces hasta en un 50%. Hoy, el Covid 19 debería ser una anécdota si consideramos los recursos a nuestra disposición. Si no es así, es porque quienes asumieron la responsabilidad de administrar nuestros intereses, son unos absolutos inútiles, y quienes los acompañan, por más credenciales que luzcan, otro tanto. Mientras la sociedad no participe más directamente en la gestión de la cosa pública, la Administración, las Instituciones o los Gobiernos, terminan siendo un ecosistema protegido donde los inútiles, codiciosos, y ambiciosos, no siendo una especie en peligro de extinción, proliferan más allá de lo tolerable. Si el dichoso virus sirve para algo, que sea para tomar conciencia de la injerencia de semejante bestiario.
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El que alardea de excelencia suele exhibir sus carencias
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No soy un completo inútil… por lo menos sirvo de mal ejemplo