«Estoy firmemente convencido de que España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a sí misma y todavía no lo ha conseguido.» Bismarck

En los últimos años, y con diferentes excusas, las redes nos han recordado los comentarios que hemos inspirado en otros pueblos y sus líderes en relación a nuestra capacidad para sobrevivir a nuestros propios errores, y espíritu de autodestrucción.

Así, la frase de Bismarck, una entre otras muchas ha servido de entrada a muchos comentarios en su intento de explicar lo inexplicable. Eso es, nuestro empeño en destruir lo duramente construido. En destrozar al adversario antes que pactar con él aunque eso signifique provocar un desastre colectivo contrario al interés general y hasta al de los propios causantes.

Ayer, en la sesión de control al gobierno fui testigo una vez más de esa obstinada actitud. En un contexto donde nos acosa una crisis sanitaria extrema, y como consecuencia una situación económica que conduce a millones de familias a la miseria, no vi a ninguno de nuestros representantes a la altura de las circunstancias (con pequeñísimas excepciones).

Vociferan como si estuvieran en campaña permanente, se echan en cara los errores y transgresiones que casi todos ellos comparten, aplauden las ingeniosas zascas de unos contra otros como si esa fuera la respuesta que el pueblo al que representan necesitara para aliviar sus penurias, cuestionan los fundamentos del Estado, y alientan las movilizaciones en las calles y así tensar el Estado de Derecho que ellos mismos representan. Ponen el ventilador para que el “tú más” disimule su incompetencia a la hora de abordar las cuestiones más elementales a las que están obligados. En definitiva, un club de inútiles, arrogantes, adictos a la poltrona y a un poder que no saben ejercer, y por lo tanto no merecen.

Esta situación que a mi entender reclama un pacto entre los mejores para priorizar el esfuerzo común sin el cual nuestra situación no solamente no mejorará sino que empeorará de forma dramática, no se está dando ni parece que se dará.

Si a este triste escenario añadimos la pérdida de valores y perspectiva por parte de gran parte de nuestra juventud (y no tan jóvenes) cuando asaltan las calles defendiendo a quienes a través de sus mensajes de odio, reivindican la acción de ETA o TERRA LLIURE entre otros, no puedo más que entristecerme ante la perspectiva de una situación ante la cual ni siquiera la legendaria capacidad de supervivencia de la sociedad española frente a la adversidad tenga éxito.

¡Que dios nos coja confesados!

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