La grandilocuencia del soberbio narcisista o del petulante, no solo me molesta. Cada día y con más frecuencia me repugna por su molesta autocomplacencia y su acostumbrada falta de contenido. Sucede que en una sociedad tan mediática como la nuestra, se tiende a construir un relato favorable a las diferentes facciones que pretenden el poder de gobernar nuestras vidas e intereses. En ese proceso, son inevitables ese tipo de personas antes mencionadas.

Radio, prensa, televisión, y por supuesto las redes, son el refugio bien pagado para todos esos tertulianos, analistas, y opinadores sin más. Sus virtudes y defectos acostumbran a ser de la misma naturaleza, (con honrosas excepciones) esto es, fidelidad al que mejor les paga.

Esa situación, no dejaría de ser un ejemplo más de esas patologías, que desde siempre, acompañaron a la sociedad como el medio que usan los poderosos para reclutar adeptos en la defensa de sus intereses. Pero hoy es un trastorno que pone en cuestión nuestra capacidad para pensar y opinar por nosotros mismos.

Infinidad de conflictos fueron alimentados con el sacrificio de hombres mujeres y niños, que no supieron desligar sus propios intereses, de las ambiciones de esos oligarcas que han aprendido a seducir a los ingenuos, ignorantes, o simplemente oportunistas, vendiéndoles ancestrales ensoñaciones, o simplemente una causa supuestamente favorable al pueblo que sin embargo desprecian.

Esa labor, la realizan con cierto orgullo y simulada dignidad, aquellos que alardeando de credenciales, manipulan la opinión y el sentir de millones en beneficio de quien les paga. Y al parecer tienen mucho éxito, si nos atenemos a la evidencia de los resultados.

Toda esa actividad bien financiada, tiene un objetivo. Motivar a los ciudadanos a favor de unos intereses que no acostumbran a ser los suyos. Dividirlos y enfrentarlos, con el objetivo de debilitar su determinación y también su peso real en cualquier ecuación democrática.

En definitiva, lo que empieza con la vacía elocuencia de esos mercenarios de los medios al servicio de sus amos, acostumbra al final a formar parte de las convicciones impuestas a una u otra parte de la población, con los enfrentamientos inevitables.

Desde donde yo estoy, es una buena razón para cuestionar lo necesario y estar vigilantes sobre el resto. El espacio de nuestro cerebro que no usemos racionalmente, será inevitablemente parasitado por quienes temen el criterio independiente y bien documentado. Suerte con eso.

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