Por la intro se puede pensar que escribo a un fabricante de tinto peleón para quejarme de su producto frente a la calidad de un buen Ribera Duero pero… nada más lejos; Dios me libre de poner en entredicho la calidad de cualquier marca que amenice nuestra mesa y nos haga olvidar alguna pena, máxime cuando a todos los españolitos no nos quedará otra que beber vino barato y comer pollo en Navidad, como ya nos pidió Zapatero cuando llevó a España a unos límites de desastre económico que creíamos insuperables hasta que ha llegado “el dúo dinámico” que padecemos en el Gobierno.

“Podría ser peor, podría llover” que decía Igor cuando desenterraban el cadáver del monstruo y se puso a llover (El jovencito Frankestein”, 1974).

La misiva va dirigida a don Simón, ese que un día lejano fue científico epidemiólogo de competencia y prestigio y que ahora, como el vino de cartón, no pasa de ser portavoz de mentiras, baluarte de incompetencia y colaborador necesario del genocidio que hemos padecido desde marzo de 2020.

Mire usted don Simón, por primera vez desde que usted es la cara (dura) del mayor desastre que ha padecido España desde siglos, estoy de acuerdo con lo que dice. “No es lo mismo estar debajo de un paso de Semana Santa que en una manifestación”.

Tiene usted toda la razón porque en un paso de Semana Santa es indudable que los braceros van apelotonados, como en una ‘manifa’, pero van nuca contra boca mientras que en la manifa se va apelotonado y lo mismo estás nuca contra boca que mejilla contra boca o, incluso, boca contra boca; eso sin contar las voces, las risas y demás acciones generadoras de aerosoles que, como todos ya sabemos, son una de las mayores posibilidades de contagio.

Pero le voy más lejos, don Simón, tampoco es lo mismo comer en un restaurante, ir al cine o ir de compras a un centro comercial que irse de manifa porque en el restaurante estamos a dos metros de distancia de los demás comensales, en el cine a dos metros de otros espectadores y en los centros comerciales tres cuartos de lo mismo. Con todo y con eso, llevamos tanto tiempo sin restaurantes, sin cine y sin centros comerciales que se nos ha olvidado cómo eran y lo que nos hacían disfrutar y, mientras se nos ha olvidado, restaurantes, cines y centros comerciales se han arruinado y un porcentaje muy alto de ellos no podrán volver a abrir en una sociedad que jamás volverá a ser la misma.

Eso a ustedes y al señor Igea se la trae al pairo, y lo venimos comprobando hace mucho, pero el señor Igea fue cristalino cuando nos comunicó otros quince días “como mínimo” de esas restricciones: “no tenemos prisa por abrir”, dijo y se quedó tan ancho.

Claro, él no tiene prisa, ellos no tienen prisa, habría que preguntar al hostelero, al acomodador o al dependiente si ellos tienen prisa o no por tener ingresos para dar de comer a sus hijos o para asumir sus gastos mensuales.

Muchos colectivos llevan sin ingresos varias semanas/meses y seguimos así por ese “toma y daca” entre el Gobierno Nacional y el Autonómico para ver quién la tiene más larga; cuando “todavía” queda un mes para la Semana Santa están prohibidos los actos de calle en Semana Santa desde hace días; cuando “solo” queda una semana para el 8M, la señora ministra consorte ya ha convocado y organizado las manifas y los demás andan dando vueltas a ver cómo se pueden hacer sin que cante demasiado y no se les caiga la cara de vergüenza (rectifico, esto no, porque vergüenza es un concepto ajeno en su modus vivendi y a su modus operandi).

Mire don Simón, no se vaya a creer usted, por lo que he dicho, que los cofrades estamos en desacuerdo con la suspensión de los actos de calle en Semana Santa. Hace mucho que teníamos asumido, incluso antes de su prohibición, que este año no podríamos hacer una Semana Santa normal. Hasta la fecha le puedo decir que no he oído a ningún cofrade mostrar disconformidad con que no se celebre una Semana Santa normal ni que se nos hayan pasado por la cabeza ideas descabelladas como sacar el paso reventando las espaldas de los braceros(as) reduciendo su número para que haya más distancia.

¿Sabe por qué don Simón? Por dos razones, la primera porque somos gente con sentido común y comprendemos que sería una temeridad sacar la Semana Santa a la calle y provocar unas aglomeraciones que, ya en Navidad, tuvieron unas consecuencias nefastas y la segunda porque somos muy conscientes de la doble vara; me explico: muchos han sido los brotes de COVID por negligencias como fiestas privadas, fiestas y convocatorias públicas en Navidad, turismo anticipado, actos políticos… y, en fin, ha pasado y ha pasado pero… ¡¡¡ Dios nos libre que surja un brote en un acto religioso o en una salida de Semana Santa!!! porque entonces los crucificados íbamos a ser los cofrades por crímenes contra la humanidad, qué coño digo los cofrades, todos los cristianos sin distinción que hay que aprovechar cualquier resquicio para darle leña al mono que se mueva mínimamente.

Don Simón, que está muy bien hombre, que no tiene que haber actos de calle en Semana Santa pero, por favor se lo pido, tenga usted un poco de decoro, si le queda, y no vuelva a caer en el error una segunda vez como cuando dijo que si su niño quería ir a la manifa le diría que como él quisiera. Se ha olvidado usted demasiado pronto de lo que nos trajo el Carnaval, el San Valentín, el 8M y otras lindezas anteriores a marzo del año pasado cuando ya ustedes eran muy conscientes de lo que se avecinaba y decidieron seguir como si no pasara nada hasta decretar un estado de alarma cuando ya no quedaba otra.

Ala, ahora “los amigüitos de la libre expresión solo para vosotros” ya me podéis llamar de todo por osar dirigirme a vuestro ídolo fantástico y maravilloso, el gran científico de nuestro tiempo. Ya sé, ya sé, que un mindundi como yo no es un científico y no puede opinar, según vosotros, pero “amigüitos de la libre expresión solo para vosotros”, habréis de saber que yo no opino como científico sino como ciudadano que está hasta los mismísimos igual que lo están muchos más de los que creéis y que un día, supongo, les dará por alzar la voz porque nos queda mucho por padecer y ya veremos si sigue su aguante paciente e imperturbable.

El problema no es un cuando un ciudadano de a pie opina de aquello que sufre sino cuando el verdadero científico hace mucho que dejó su ciencia en el mismo sitio que dejó su vergüenza para convertirse en portavoz y cómplice de los políticos que nos han llevado al desastre.

Me pregunto don Simón si, por muy bien que esté pagado por ser la cara (dura) de este bochorno, podrá dormir tranquilo y mirar a sus hijos de frente, la conciencia pesa tarde o temprano y pesa mucho.

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