Afganistán solo era un país lejano, del cual ignorábamos casi todo hasta que a los EEUU les dio por ejecutar una más de sus cruzadas.

Hoy, seguimos ignorando la realidad de una sociedad en conflicto permanente con su futuro. Incapaz de reaccionar más allá de los intereses de los diferentes pueblos y clanes que la componen, razón por la cual resulta impermeable a esos valores” democráticos” que Occidente se esfuerza machaconamente en imponer a través de sus intervenciones militares. Veinte años, miles de víctimas, y casi dos billones de dólares no han servido de nada más allá de fortalecer la corrupción endémica, enquistar el conflicto, y abandonar a su suerte a millones de personas. Porque al final, el aspecto más dramático de estas interesadas escenificaciones, son el dolor y el sufrimiento causado a esos inocentes que están en la boca de todos como excusa para iniciar el conflicto, y son olvidados vergonzosamente cuando dejan de ser rentables a sus postureos.

Afganistán no es una excepción. Es la norma. En las últimas décadas, EEUU con la servil contribución de una Europa que no acaba de tener política ni entidad propia, ha iniciado conflictos en diferentes países con el anunciado propósito de defender la dignidad y la libertad de los pueblos afectados, exportar la democracia, y mejorar su calidad de vida. El resultado, en todos los casos ha sido el contrario. Después de todas esas cruzadas, solamente la industria armamentística puede presumir de su balance positivo. Todos los demás deberían avergonzarse. Irak, Siria, Afganistán… son el testimonio de cómo Occidente cavó su tumba en beneficio de la tiranía y el fundamentalismo. Millones de inocentes, especialmente mujeres y niñas están siendo y serán las víctimas mudas de tanta locura y sinsentido.

En los próximos meses, como acostumbra a suceder, Europa abrirá sus puertas a los refugiados “políticos” que su incompetencia ha generado. En el proceso, miles de fanáticos fundamentalistas se filtrarán como ha sucedido en el pasado, minando aún más los fundamentos de una sociedad víctima de sus contradicciones e incertidumbres. Víctimas y perjudicados los de siempre. Beneficiados también los de siempre. Así nos va.

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