Tanto gobierno como oposición, tienen sus propias funciones dentro del marco legal de la constitución. El primero, tiene como obligación gobernar y gestionar España de la mejor manera posible. El segundo, debe secundar las medidas que tome el gobierno o en caso contrario, rechazarlas porque las considere inapropiadas, pudiendo llevar a cabo las correspondientes críticas, siempre desde un punto de vista constructivo.

No obstante, nos encontramos en una coyuntura especial, grave y delicada; donde la gestión del gobierno ha sido y sigue siendo nefasta en todos los aspectos, tanto desde el punto de vista sanitario, como económico, fiscal, laboral, etc., lo que ha obligado a la oposición a realizar una crítica más incisiva, que en ningún caso se puede calificar como destructiva, sino determinante y contundente. Y esto es algo que irrita al gobierno, que reacciona con respuestas críticas a la oposición, haciendo que ésta responda del mismo modo, entrando en lo que comúnmente llamamos, “la pescadilla que se muerde la cola”, con un importante enfrentamiento, y eliminando el consenso en las fuerzas políticas para sacar al país de la grave situación en la que nos encontramos.

No obstante, y aceptando que este enfrentamiento es habitual entre gobierno y oposición; ha surgido un tercero en discordia que desvirtúa las relaciones (e incluso el normal y lógico enfrentamiento) entre gobierno y oposición, y que ha elevado dicho enfrentamiento a cotas muy peligrosas.
Evidentemente, me estoy refiriendo a Podemos, y más concretamente a su secretario general, Pablo Iglesias. Este personaje, que desde su nacimiento se ha amamantado del gen guerracivilista y que ha crecido empapado en consignas comunistas, antisistema, e ideas revolucionarias en cuanto a nacionalización y colectivización, odia profundamente la economía de mercado y por tanto, la empresa privada, que es la que sustenta la economía de un país. Y lo ha hecho de la mano del peor presidente que ha tenido nuestro país, en un escenario muy complicado para la historia de España, que se está jugando mucho, tanto en el presente como en el incierto futuro.

El presidente Pedro Sánchez no puede gobernar con 120 escaños. Así es nuestra legislación y mientras no se modifique, no hay otra. Para poder hacerlo, necesita llegar a acuerdos con el resto de fuerzas políticas. Y podría haber acercado posiciones con la oposición (los grupos de centro derecha y conservadores) para gobernar en minoría y de este modo, acceder a pactos puntuales con la oposición. Pero hay un problema importante, ya que entre los numerosos defectos con los que cuenta este presidente (y son muchos), se encuentra uno que destaca por encima de todos; y es su posición radical de izquierdas. No es un socialista moderado y se deja tentar por los círculos más extremistas de la izquierda más radical y antisistema, y con los que se siente a gusto. Conviene recordar que este señor fue expulsado como secretario general del PSOE por el propio partido, debido a su tendencia extremista; pero accedió, de nuevo, a la secretaría general no por sus méritos, que tiene pocos o ninguno, sino por el apoyo de las bases de los militantes socialistas, que al igual que él, han girado peligrosamente hacia la extrema izquierda, abandonando una posición socialista moderada que llevó a cabo el gobierno de Felipe González. No nos engañemos ahora al pensar que el PSOE ha sido un partido moderado, apoyó el levantamiento de 1934 en Asturias y se alió con comunistas y anarquistas para formar el Frente Popular que rigió en la 2ª República. Pero como partido constitucionalista, se le concedía cierta moderación socialista en sus políticas; de hecho, fue el propio Felipe González en el 28º congreso del partido (1979), quien planteó abandonar las tesis marxistas, para enfocar el partido hacia un socialismo democrático. Postura, que hoy en día ha sido superada por tesis más radicalizadas, con Pedro Sánchez a la cabeza de las mismas.

A esto, añadimos el hecho de que tiene un ávido deseo por el poder, a costa de lo que sea y de quien sea. El tiene su propio ideario político y su propio interés político, que dista mucho de lo que España necesita. Cuando un individuo así accede al gobierno, nos encontramos con un escenario que va a provocar mucha confrontación, puesto que su discurso es radical, falaz e interesado según las circunstancias, puesto que no trabaja para el desarrollo y la prosperidad de España, sino para sus propios beneficios. Lo peor de todo es que se lo cree, que se cree que es un gran político, orador y gestor, cuando en realidad, es todo lo contrario. Un presidente que gobierna con la mentira, con la traición y que es capaz de apoyarse en quien sea y con la tendencia política que sea, es un presidente que lleva un arma cargada. Si se me permite la expresión es como decir que este presidente es más peligroso que “un mono con siete pistolas”. Espero haberme explicado.

Pero él solo, no es más que eso, “un simple mono”; armado, eso sí, pero no deja de ser un simple inútil e inepto, por sí solo. El verdadero problema radica en su postura radical con la que aparta a la oposición democrática y constitucional, a la que ataca arengando a las masas con los miedos del pasado de una “supuesta” ultra derecha golpista, cuando lo más insólito y sorprendente es que se adhiere a grupos políticos que llevan en sus genes la destrucción de España, la constitución y la soberanía española. Es cierto que su tendencia es la que es, y que por lo tanto, tiene que virar hacia la extrema izquierda. Si no lo hiciera así, no sería quien es. Esto es evidente, y no podemos extrañarnos de que haya pactado con comunistas, proetarras y separatistas. Pedro Sánchez está siguiendo la hoja de ruta que marcó otro incompetente que estuvo en la Moncloa y que no puede ser otro que Zapatero. Zapatero marcó las bases, y Sánchez va poniendo los puntos sobre las íes.

Siguiendo con la exposición anterior, Pedro Sánchez podría haber acercado posiciones con el centro-derecha, pero él no es así. No sería consecuente con sus principios radicales de extrema izquierda, por lo que pacta con quien se siente a gusto. Lo hace porque sabe que le facilitan su gobierno, en el que podrá hacer y deshacer sin demasiados problemas, a cambio claro está, de pagar un peaje muy alto, que por desgracia convierte al pueblo español en deudor. Pero no le importa lo más mínimo, porque él sigue inmerso en su propio proyecto político, personal e “intransferible”. Y para poder llevarlo a cabo, ha tenido que conceder favores, entre los cuales están los ministerios a comunistas y una vicepresidencia al comunista más peligroso que hoy en día existe en España, y que no puede ser otro que Pablo Iglesias; esto es, el tercero en discordia.

Este dañino personaje, es quien desestabiliza la relación entre gobierno y oposición; y alienta el enfrentamiento directo entre españoles, utilizando expresiones y lanzando consignas arrogantes, provocativas y amenazantes, típicas de regímenes totalitarios; los mismos de los que se nutre su ideario. Y es un individuo peligroso porque su discurso está plagado de odio, de enfrentamiento, de revolución bolchevique, de guerra civil, de ruptura con la constitución, con Europa y por supuesto con el Euro, de nacionalizar empresas y entidades financieras, de querer establecer un frente popular que gobierne de forma autoritaria y con métodos stalinistas. Y para ello, le vale todo. Cuanto más hundida esté la economía de España, más fácil le resulta convencer con su discurso. El comunismo jamás se ha establecido en un pueblo próspero y creciente, sino en países con una elevada crispación y con serias dificultades económicas; ahí es donde entran sus tesis para hacer creer al pueblo que su ideario salvará al pueblo del demonio de la economía de mercado y del capitalismo. El pueblo, la masa, es fácilmente moldeable, y más aún sugestionable a este tipo de discursos. Y con él va calando, poco a poco, en los sectores de la población más vulnerables. Lo sabe y lo está aprovechando.

En otros países europeos y en USA, se toman medidas para la innovación, el desarrollo, la recuperación y el crecimiento de la empresa. Con ello se crea riqueza y permite, del mismo modo, la creación de empleo. Dichos países no conceden “paguitas” o subvenciones eternas con el fin de obtener votos y perpetuarse en el poder. La renta mínima va a suponer un gasto adicional de entre 3.000 y 4.000 millones € “al año”, lo que va a provocar un desajuste y déficit estructural superior al 5%.

Es necesario ayudar a la población, pero no a costa de la destrucción de la producción económica. No a costa de la destrucción de la empresa, del autónomo y del emprendedor.

Pero es curioso cómo este individuo va imponiendo sus tesis. Con el reciente problema del cierre de la fábrica de Nissan en Barcelona, se ha visto claramente su postura y su objetivo. En vez de llegar a acuerdos con la dirección, ha intentado imponer la nacionalización de la fábrica de Nissan. Esta compañía es una gran multinacional que en su día, decidió establecer un centro de negocio en España por múltiples motivos, fiscalidad, sueldos, etc. Como gran sociedad que es, ahora no le resulta rentable que sus vehículos se ensamblen en España, también por múltiples motivos, fiscales, régimen laboral muy rígido, un gobierno comunista que antepone los derechos de los trabajadores frente a todo beneficio de la empresa, y que quiere participar en las decisiones de la misma, etc. Repito, Nissan en una sociedad multinacional privada, su objetivo es fabricar vehículos para venderlos por todo el mundo, y para ello, decidió establecerse en España. Nissan no es española, y puede establecerse donde le venga en gana. Al decidir establecerse aquí, nos hace un gran favor, puesto que España carece de industria, y con este gobierno, más aún. Cuando una compañía o inversor extranjero decide apostar por España, hay que cuidarlos. Y hay que hacerlo porque genera muchos puestos de trabajo, directos e indirectos, y esto hace que la producción en España aumente, así como su PIB, con estabilidad en trabajo y sueldos, lo que lleva al aumento en el consumo. Cuando se ataca a la empresa o inversor extranjero, se le imponen medidas que entorpecen su crecimiento, la empresa o inversor extranjero hace las maletas y se larga a otro sitio.

En toda esta historia, se nos vende Nissan como el demonio capitalista que devora a sus empleados (como Saturno devoraba a uno de sus hijos, en el famoso cuadro de Goya). Desde el gobierno se nos incita a boicotear a la empresa, atacando concesionarios y no comprando sus vehículos; cuando quien ha provocado la salida de Nissan no ha sido la compañía, sino el gobierno comunista que desea implantar una subida de impuestos escandalosa, que busca la nacionalización de empresas, que lleva a cabo recortes en beneficios fiscales, que pretende imponer mayor rigidez al mercado laboral y reducir los beneficios de la empresa, a la que sólo le quedan dos opciones; o aumentar el precio de sus vehículos para que les resulten rentables o cerrar la fábrica donde se producen esos vehículos que ya no le resultan rentables. Evidentemente, y si decide quedarse en un país donde no le resulta rentable, será una decisión que perjudicará no solamente a la propia compañía, sino a los potenciales compradores de vehículos Nissan que serán más caros que los de la competencia.

Así es como funciona el socialismo, y así es como se impone el comunismo. Destrucción, ruina, paro, y un gran número de la población recibiendo “paguitas” o subvenciones, porque en España no hay industria ni empresas que creen puestos de trabajo. Aquí hay pagas del estado a una población empobrecida, que quedará mucho más empobrecida cuando Pablo Iglesias y Pedro Sánchez (los caballos de Atila de nuestro país) hayan arrasado la capacidad de crecimiento de España, y la población esté sin trabajo pero subvencionada. Y así, espero que se pueda entender lo que fue la unión soviética y todos los países europeos que sufrieron la tenaza del comunismo soviético, así como China, Cuba, Bolivia, Venezuela…
La dictadura del proletariado no existe, jamás existió. Es un concepto idealizado, ni siquiera Marx creyó en él. No lo confundamos con la dictadura de las élites del partido, que se enriquecen con el proletariado, mientras lo someten con la cabeza hundida en la pobreza.

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