Hablando con unos y con otros me doy cuenta de cuán permeable es nuestro entendimiento a la manipulación interesada de quienes no solamente buscan nuestro voto para sostener y en lo posible mejorar su poder político, también, o así lo parece, aspiran a ser el referente y la conciencia que ocupe el vacío cada vez mayor en nuestro espíritu crítico. Por alguna razón hay quien cree, -y quizás acierte- que la gente común carece de criterio, y como tal se puede condicionar su percepción de la realidad una y otra vez sin que esta reaccione a las contradicciones de quien en ellos influye.

En democracia, la violencia es la primera de las reacciones humanas regulada por el Estado de Derecho. Toda persona que presuma de ser civilizada, debe asumir que solamente en defensa propia o como instrumento último de la autoridad democrática, la fuerza está justificada. Pero además si es un demócrata convencido condenará toda forma de violencia que tenga como objetivo alterar la convivencia o violentar derechos fundamentales. Y esa parece ser la acusación que se lanzan una vez más los partidos en campaña electoral. Y lo hacen como siempre; tomándonos el pelo, y menospreciando nuestra inteligencia.

En los últimos tiempos, en diferentes circunstancias, hemos sufrido la violencia callejera de los CDR, aquellos “pretorianos” de la “revolución de las sonrisas”, también el vandalismo de esos grupúsculos que ya no sé cómo llamarlos, para quienes cualquier excusa vale, para destrozar el mobiliario urbano, negocios privados, vehículos de la autoridad policial, o masacrar a la propia policía. Defensores de ese contradictorio derecho a expresarse violentamente (Hassel) para que otros no puedan hacerlo pacíficamente. Así sucedió hasta hace poco en Cataluña cuando el constitucionalismo quiso manifestarse. Pero eso ya es un recuerdo que muchos se esfuerzan en soslayar con la esperanza en unos casos de que no vuelva a suceder, y en otros que se olvide convenientemente para enterrar la vergüenza de sus acciones.

En el contexto de las elecciones de la comunidad de Madrid asistimos a otro ejemplo. Pablo Iglesias, Marlaska , y la Directora de la Guardia Civil han recibido unos mensajes anónimos con un contenido amenazador, que han querido utilizar electoralmente de forma exagerada, escenificando un rechazo a los representantes de VOX por no fiarse estos ni de la evidencia ni de su origen. En ningún momento VOX se ha negado a condenar la violencia, pero al parecer no lo ha hecho en los términos que los afectados reclamaban, lo cual les ha servido para poner el grito en el cielo condenandolos en los términos más exagerados y estigmatizadores posibles.

Sorprende que tengan la piel tan fina quienes desde su origen, incitaron a la violencia callejera para obtener lo que no eran capaces de ganar en las urnas. Me sorprende aún más que quienes gobiernan con los representantes y herederos de aquellos que no solamente amenazaban sino que asesinaban, se muestren hoy tan sensibles a lo que hace y dice un partido como VOX que hasta hoy y por ahora no acumula más hechos violentos que el más insignificante de los grupúsculos podemitas. Que el PSOE se someta a esa escenificación habiendo sufrido como otros demócratas las amenazas -en ese caso sí firmadas- por quienes apoyan hoy su gobierno, sugiere un tenebroso escenario en el que esos anónimos no son dignos de mención. Más allá de la excusa que buscaban para eludir una vez más el debate que los pone en evidencia una vez tras otra en los últimos tiempos.

Me resulta escandaloso, y también muy triste que con la que nos está cayendo desde hace ya un año y medio, estos politicastros de uno y otro color centren sus pocas energías en uno más de sus enfrentamientos electorales, mostrando sus verdaderos rostros: mediocridad, incompetencia, mezquindad… Me preocupa aún más que nuestra sociedad sea vulnerable aún hoy a sus interesadas manipulaciones.

La violencia no es admisible como medio para conseguir lo que la razón y las urnas no conceden, su manipulación interesada tampoco, pero a este paso…

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