Todo el mundo sabe (hasta los que se esfuerzan en ignorarlo) que el “Procés” nació como un instrumento para presionar al gobierno central. No tanto para lograr la improbable independencia, como para conseguir blindarse ante las inevitables consecuencias de aquella corrupción del 3% que había corrompido profundamente todo el sistema. Las falacias que fundamentaron el “Procés” formaban parte de la escenificación nacionalista desde hacía décadas. Aun así, ni Jordi Pujol ni Artur Mas dieron por buena la hipótesis independentista. Es más, y ahí están las hemerotecas, la menospreciaron y hasta la ridiculizaron como un objetivo extraño al tiempo presente y a la actual sociedad catalana. Si eso era cierto, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? Las razones son múltiples, complejas y difíciles de asumir dado el nivel de estupidez implicado en la ecuación.

Hace unos días todavía me sorprendía tras haberlo visionado en varias ocasiones el vídeo donde Artur Mas aparecía entrevistado y relativizando todos los aspectos de la DUI, y reconociendo muy a su pesar el descarado engaño del que había sido protagonista gran parte del pueblo catalán. Lo hacía como si esa manipulación no fuera con él, como si los engañados lo hubieran sido por sus propias ensoñaciones, ya que lo que él y otros políticos habían hecho no era otra cosa que crear las tensiones políticas habituales para torcer parcialmente la voluntad de “Madrid” a favor (es un suponer) de los intereses del pueblo catalán.

Lo cierto es que la evidencia sugiere que todos los agentes implicados en el “Procés” han formado parte de una escenificación interesada a sabiendas de que sus objetivos eran irrealizables, pero con la esperanza de que saldrían beneficiados de una u otra manera y en una u otra medida. En ningún momento a mi parecer tuvieron en cuenta los sentimientos y el ánimo de esos catalanes que tan descaradamente manipularon creyendo que podrían desprogramarlos cuando les conviniera. La verdad es que construyeron una atmósfera tan tóxica y radicalizada que tendrá inevitablemente unas consecuencias mucho más graves incluso para ellos, que las que quisieron evitar con su grotesca escenificación.

Hoy, quienes promovieron ese esperpento son prisioneros de sus propias acciones, y están expuestos a sufrir la ira de su propia gente. A nadie se le escapa que la prioridad de los partidos nacionalistas es conservar y aumentar en lo posible su parcela de poder, más que complicarse la existencia con una supuesta declaración de independencia ajena a la realidad de una sociedad conmocionada por otras prioridades. Pero quien sembró vientos, recoge tempestades. La amenaza por parte de algunos grupúsculos radicales a los protagonistas del “Procés” si no cumplen con lo prometido no es una broma. No puedes tensionar y engañar a un pueblo hasta el extremo, y luego hacerlo partícipe del ridículo como ellos han hecho sin que haya reacciones. Hoy son amenazas. Mañana…

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